La OMS aboga por capacitar al personal médico no especializado para brindar tratamiento psicosocial.
La psicoterapia puede ser tan efectiva como los fármacos en el tratamiento de la depresión, convertida en la mayor causa de mala salud y de discapacidad en el mundo con 322 millones de personas afectadas, afirmó este jueves la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La entidad, que dirige las políticas internacionales de salud pública, sostuvo que una de las maneras más eficaces de afrontar esta «epidemia silenciosa» es capacitando a personal médico no especializado para brindar terapia psicosocial a los enfermos.
La OMS dedicará este año el Día Mundial de la Salud, que se celebra cada 7 de abril, al lema ‘Depresión, hablemos de ello’.
La tasa mundial de depresión ha aumentado en un 18% en una década -según los datos más actualizados de la OMS- y aunque su relación con los rápidos cambios que experimentan las sociedades no está del todo clara, sí lo está su vínculo causal con el alcoholismo, el suicidio y el consumo de drogas.
Del 70 al 80% de los 800.000 casos anuales de suicidios en los países de ingresos altos corresponden a personas que padecían desórdenes mentales, de los cuales la depresión era el más común; mientras que en los países en desarrollo se trata de uno de cada dos casos.
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POCOS RECURSOS
En una rueda de prensa para exponer los últimos datos sobre la depresión, el director del Departamento de Salud Mental de la OMS, Shekhar Saxena, lamentó que, de manera general, los sistemas sanitarios nacionales sigan prestando tan poca importancia y recursos a esta enfermedad.
Si en los países ricos se destina el 3% del presupuesto sanitario a la salud mental, en los países en desarrollo se invierte apenas el 1%, precisó el especialista.
Ello a pesar de que su costo para la economía mundial es de 1 billón de dólares anuales, calculados en función de los gastos sanitarios que genera, la pérdida de productividad, por el absentismo laboral; y de potencial, cuando los afectados son niños o jóvenes.
CAMBIOS EN EL CEREBRO
Si bien la depresión se asocia con cambios en el cerebro, «esto no significa que la única manera de tratarla sea con medicinas, ya que está probado que la posibilidad del enfermo de hablar de su problema es igualmente útil», señaló Saxena.
Sostuvo que para ello no es indispensable contar con un psicólogo o psiquiatra, sino que basta con enfermeras u otro personal sanitario adecuadamente entrenado.
Las personas con depresión no sufren solas, pues se trata de una patología que suele afectar gravemente al entorno familiar.
Saxena indicó que estadísticamente las mujeres sufren más de depresión (5,1% de la población, frente a un 3,3% en el caso de los hombres), por razones que no están completamente claras.
Entre las razones que se evocan más frecuentemente está la presión que las mujeres sufren por su doble responsabilidad en el hogar y como trabajadoras, y el impacto de los cambios en sus funciones reproductivas, aunque la diferencia también podría deberse al hecho de que los hombres reportan menos ser víctimas de depresión.
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POCOS AVANCES EN LOS MÁS JÓVENES
La depresión infantil y en adolescentes constituye un campo de investigación en el que todavía no se ha avanzado lo suficiente, reconocieron los expertos.
Una de las mayores dificultades radica en diferenciar cuando el estrés, la ansiedad o depresión «son síntomas comunes de la fase de crecimiento» que corresponde a la adolescencia, o van más allá y son señales de depresión, explicó el experto de la OMS, Marc Van Ommeren.
La ciencia tampoco es categórica, por el momento, con respecto al impacto del acceso a la tecnología, el abuso de las pantallas y la utilización de las redes sociales, aunque la tendencia al aislamiento que pueden generar y al acoso virtual pueden ser factores importantes de depresión.
Otros aspectos a los que los especialistas aludieron al comentar la depresión infantil fueron las altas exigencias escolares que padecen algunos niños y las relaciones con sus amigos.
La depresión está caracterizada por tristeza constante, la incapacidad para trabajar o estudiar, la disminución del apetito y del sueño, y una sensación general de falta de esperanza, todo esto durante un periodo de más de dos semanas.