Se ha descubierto un circuito cerebral que controla la ingesta excesiva y compulsivamente y la adicción al azúcar.
Un nuevo estudio revela un circuito neural relacionado con la recompensa que controla específicamente el consumo de azúcar compulsivo en los ratones sin impedir la alimentación necesaria para la supervivencia, proporcionando una nueva diana para el tratamiento seguro y eficaz de la ingesta compulsiva de comida por parte de los seres humanos.
Comer en exceso compulsivamente y la adicción al azúcar son las principales amenazas para la salud humana, cuyos potenciales tratamientos se enfrentan al riesgo de perjudicar los comportamientos de alimentación normales que son cruciales para la supervivencia.
«A pesar de que la obesidad y la diabetes tipo 2 son los principales problemas de nuestra sociedad, muchos tratamientos no abordan la causa primaria: los malos hábitos alimenticios», señala el investigador del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, Kay Tye, autor principal del estudio, que se publica este jueves en la revista ‘Cell’.
«Nuestros hallazgos son emocionantes porque plantean la posibilidad de que pudiéramos desarrollar un tratamiento que frena selectivamente el comportamiento de comer compulsivamente, sin alterar la alimentación saludable», añade.
Comer en exceso compulsivamente es un tipo de comportamiento de búsqueda de recompensa, similar a la adicción a las drogas. Pero la principal diferencia entre ambos es que se requiere una alimentación de supervivencia, lo que subraya la necesidad de separar los circuitos cerebrales implicados en comer en exceso de forma compulsiva frente a la alimentación normal a la hora de desarrollar terapias seguras y eficaces.
Tye y su equipo sospechan que una vía neuronal desde el hipotálamo lateral al área tegmental ventral podría desempeñar un papel importante en comer compulsivamente porque estas regiones del cerebro se han implicado en conductas relacionadas con la recompensa, como comer, la actividad sexual y la drogadicción.
Para probar esta idea, los investigadores emplearon una técnica llamada optogenética, que implica la modificación genética de poblaciones específicas de neuronas para expresar proteínas sensibles a la luz que controlan la excitabilidad neuronal y luego la entrega de cualquier luz azul o amarilla a través de una fibra óptica para activar o inhibir esas células, respectivamente.
La activación de la vía desde el hipotálamo lateral al área tegmental ventral hizo que ratones bien alimentados pasaran más tiempo comienzo y aumentaran el número de veces que los ratones asomaran su nariz en un orificio para recibir una recompensa de azúcar, incluso cuando tenían que cruzar una plataforma que les daba descargas en las patas para llegar a la recompensa.
Por el contrario, la inhibición de esa misma vía redujo este comportamiento compulsivo de búsqueda de azúcar sin disminuir el consumo de alimentos en ratones hambrientos, lo que sugiere diferentes circuitos neuronales de control de la alimentación en animales hambrientos.
En un estudio independiente publicado también este jueves en ‘Cell’, Garret Stuber, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y su equipo utilizaron un enfoque optogenético similar en ratones para identificar las neuronas en el hipotálamo lateral que controlan tanto la alimentación como el comportamiento de búsqueda de recompensa.
Mediante imágenes de la actividad de cientos de neuronas individuales del hipotálamo lateral cuandolos ratones exploran libremente un área con comida o trabajan para obtener una recompensa dulce, descubrieron distintos subconjuntos de neuronas que o bien median en el comportamiento de búsqueda de alimento o responden al consumo de recompensa.
Según Tye, tiene sentido que los circuitos del cerebro evolucionen para respaldar pequeños atracones de alimentos azucarados cada vez que estas valiosas fuentes de energía están transitoriamente disponibles durante determinadas temporadas. Pero en el invierno, podría adaptarse a circuitos neurales separados para llevar a los animales hambrientos a comer cualquier tipo de alimento que esté disponible, pero para consumir menos en general para racionar los recursos limitados.
«Sin embargo, en nuestra sociedad de hoy en día, no hay escasez de alimentos y aquellos sabrosos y ricos en azúcar o altos en grasa están incluso a menudo más disponibles que los productos frescos o las proteínas –señala Tye–. Todavía no nos hemos adaptado a un mundo donde hay un exceso de azúcar, por lo que estos circuitos que nos impulsan a alimentamos con dulces ahora están sirviendo para crear un nuevo problema de salud. El descubrimiento de un circuito neuronal específico subyacente del consumo compulsivo de azúcar podría allanar el camino para desarrollar tratamientos farmacológicos específicos para tratar eficazmente este problema generalizado».
El medico interactivo.com 31 de febrero de 2015